Las causas de las pérdidas y del desperdicio alimentario
El panorama actual de escasez de recursos naturales, crisis energética y los desafíos de mantener el acceso a la alimentación de la población mundial asegurando la seguridad alimentaria son algunos de los problemas que han situado la necesidad de eliminar las pérdidas y el desperdicio de alimentos en un objetivo prioritario de la agenda internacional, europea y nacional como respuesta al impacto económico, medioambiental y social asociados directamente a este fenómeno y que marca la dirección de un camino que es ineludible recorrer para hacer frente, como sociedad global, a la inseguridad alimentaria a través de la producción sostenible. Cómo brújula, un marco jurídico normativo que en nuestro país desarrolla la Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario sumándose a las iniciativas legislativas de otros países de la zona Mediterránea, como Francia e Italia.
¿Cuál es la distinción entre pérdidas y desperdicio de alimentos?
Pérdidas y desperdicios de alimentos no son expresiones sinónimas. Aunque es frecuente su uso equivalente o indistinto es importante diferenciarlos puesto que afectan a distintas fases de la cadena alimentaria y se deben a causas diferentes.
Con el término “pérdidas de alimentos” se alude a las producidas antes de que los alimentos hayan llegado al consumidor final por causas externas e internas generadas en la producción o durante la transformación y distribución.
Por el contrario, “desperdicio de alimentos” es la expresión correcta cuando el desperdicio se produce una vez que los alimentos llegan al consumo final, ya sea doméstico, comercial o en restauración.
Las pérdidas y el desperdicio en cifras
Según la información publicada por la Secretaría General del Consejo de la Unión Europea, las pérdidas y desperdicios de alimentos generados al año en la Unión Europea ascienden a 87,6 millones de toneladas. Se trata, además, de residuos que podrían evitarse y de esta forma se ahorrarían los costes de tratamiento y gestión asociados.
En todas las etapas de la cadena alimentaria se producen pérdidas y desperdicios de alimentos, que en el marco europeo y las economías del G-20, se distribuye en la siguiente forma:
- El 40 % en producción, transformación y fabricación
- El 5 % en distribución
- El 15 % en restauración
- El 40 % en el consumidor final
Aunque las pérdidas puedan parecer menos relevantes en las primeras fases de la cadena, lo cierto es que tales pérdidas suponen el mismo margen de beneficio bruto de productores y fabricantes.
Las causas de las pérdidas de alimentos anteriores al consumidor final
Antes de que los alimentos lleguen hasta el consumidor final tienen lugar distintas causas que generan pérdidas de alimentos durante las fases de producción, transformación y fabricación.
Las causas pueden deberse a factores exógenos o endógenos. Entre los primeros se encuentran la escasez de recursos, de fertilizantes, la falta de mano de obra o las condiciones climatológicas adversas sobre los que resulta más difícil actuar.
Los factores de origen interno permiten mayor margen de mejora, aunque también hay variaciones en función de la naturaleza de los productos. Por ejemplo, los leguminosos como guisantes y judías verdes, que habitualmente se comercializan en conserva o congelados, sufren muchas menos pérdidas.
Sin embargo, los productos frescos vegetales más perecederos y frágiles en el manejo, como la mayoría de frutas, verduras y hortalizas se pierden más en la fase de producción a causa de su deterioro por manipulación inadecuada, una sobreproducción estacional y por las exigencias del mercado por temporada, tamaño y aspecto, lo que termina generando excedentes cuantiosos de frutas y hortalizas; para actuar contra esta última causa, existen líneas de venta de excedentes alimentarios y productos que no han superado las exigencias estéticas del mercado, como Remolonas, en las que productores y transformadores pueden rentabilizar dichos excedentes y los consumidores se benefician de alimentos de gran calidad con el valor añadido de recuperar lo que de otra forma serían pérdidas de alimentos e ingresos para agricultores y fabricantes de la industria alimentaria.
En el caso de productos no vegetales, las pérdidas son menores en producción y transformación, pero su impacto ecológico por la huella de carbono es más alto, al igual que el coste económico que implica para agentes del sector primario y de la industria alimentaria.
En cuanto a la pesca marítima, las pérdidas por captura de especies no deseadas y descartadas representan un porcentaje elevado, en torno al 24% del total de capturas. De ahí, que la Política Pesquera Común de la Unión Europea introdujera medidas para reducir estas pérdidas, entre ellas, que todas las capturas se deban almacenar a bordo y ser desembarcadas en puerto.
Desperdicios alimentarios en fase de consumo
El desperdicio de alimentos en fase de consumo es muy significativo y equivale a una media de 30 kilos/litros por persona y año, de los que 7 kilos se corresponden con alimentos envasados que no fueron consumidos, a los que se suman los desperdiciados en hostelería, restauración y establecimientos comerciales.
Las causas del desperdicio de alimentos en fase de consumo son difíciles de cuantificar y tienen un trasfondo cultural que varía entre regiones y países.
A diferencia de lo que sucede en las pérdidas en producción y transformación, los consumidores desperdician más alimentos de origen animal y derivados. La planificación inadecuada de compras y menús semanales, el exceso de compra, cocinar raciones superiores a las necesarias o la interpretación incorrecta de fechas de consumo preferente son las causas más frecuentes de un problema ante el que la mayoría de consumidores se declara comprometido éticamente.
De ahí que la sensibilización debe aprovechar la motivación generalmente extendida para abordar acciones informativas y educativas que aporten soluciones útiles y herramientas eficaces para racionalizar y optimizar el consumo y la conservación de alimentos.